#ElPerúQueQueremos

¿PUEDO OPINAR?

Publicado: 2011-12-15

M. Carrasco

Discutí hace algunos días con un amigo sobre quién era el más idóneo entre nosotros para discutir sobre el tema de Conga. Sin embargo, a pesar de que el debate se dio sobre un tema específico, creo que las conclusiones que se sacaron de ahí bien pueden ampliarse y generalizarse para explicar diversos fenómenos desde la misma lógica.

Pues bien, empecemos por dilucidar este asunto de la manera más diáfana y concisa posible. El primer problema que tratamos fue el error de generalizar la problemática de la queja cajamarquina hacia todos los reclamos mineros de las demás zonas y/o viceversa. Entender un reclamo particular y expandirlo de forma tan somera significa no abordar las particularidades de cada reclamo, por lo cual todos no se verán beneficiados con las mismas medidas, puesto que no todos demandan lo mismo.  En la entrevista que Óscar Miranda le hace a Javier Arellano1, este comenta lo siguiente sobre las diferentes motivaciones que originan las movidas de protesta en las provincias mineras del Perú, rompiendo el mito de que las protestas son sólo por el factor medioambiental “Es una de las razones y es una razón importante, pero no es la única, y en el periodo que yo estudio –del 2002 hasta el 2008- esta razón deja de tener peso y los temas de distribución de la minería pasan a ser más importantes.” Arellano resalta que hubo un papel muy importante de la preservación del espacio medioambiental en el discurso de las protestas en la minería. Mas agrega que este no fue el único sino que el papel de la distribución de sus ganancias también existía como fuerza de reclamo y el cual ha ido cobrando mayor importancia en los últimos años. Agrega “Se vuelve central. Los análisis muestran que hasta 2005, 2006, los conflictos se debían a cuestiones de pobreza, y había algunos casos emblemáticos de conflictos medioambientales. Pero a partir del 2006, cuando los precios de los minerales suben y hay más dinero en las zonas mineras, los conflictos mineros se disparan y muchos tienen que ver con la distribución.”2

Descartamos desde ya la inviable idea de homogeneizar todo reclamo. Y esto principalmente era para refutar una idea muy difundida entre las cuales se encuentra la de mi amigo. En la que según muchos lo que aquí se reclama es simplemente dinero, la distribución de las ganancias extractivas. Y si bien, como hemos visto, este reclamo es verídico en muchos casos, aquí la excepción juega un rol de considerable importancia. Los reclamos son por el medioambiente y la forma de vida en la que han decidido desarrollarse. El respeto hacia esa elección de vida es algo que se debería tomar en cuenta.

Pensar de forma tan reducida y etérea el hecho de que en Cajamarca o en cualquier sitio lo que se reclama es sólo una cosa y sostener que esa es la verdad absoluta es lo que nos ha llevado al desgobierno y a la violencia como único sendero. Una sola receta para diferentes enfermedades que aparentan los mismos síntomas.

¿Pero es acaso eso el único error que comete el gobierno y nosotros, como citadinos de la capital, al reflexionar sobre Conga? El perogrullo  “no” salta a la vista y a estas páginas. Una de las ramas que salen de este árbol de la verdad absoluta que afirma que sólo hay una razón, un pedido único en todas las regiones, por lo cual elimina la peculiaridad de su propia historia, es justamente soslayar todo el relato histórico que yace tras una voz molesta que reclama, duda y asalta.  ¿Acaso los hombres de Cajamarca, o de cualquier sitio, que salen a las calles a protestar lo hacen porque están dementes y no saben qué les conviene?

Al sostener que estas marchas son el resultado de la vesania, fácilmente se puede caer en el error de demandar “mano dura” a estos “locos” que han salido a tomar las calles. Aquello no es sino otra muestra de esa intolerancia y esa distancia que parece dilatarse cada vez más entre los peruanos. Esa falta de puentes y comprensión que propaga las ganas de sangre es lo que aún no nos ha resuelto como nación. Porque ese pedido de “mano dura” guarda implícitamente un mensaje de odio y separación. Porque esa expresión manifiesta la intención de aplicar la violencia, cuanta sea necesaria, sin importar los riesgos. Y esto es básicamente por la falta de preguntas concretas sobre el caso. ¿Acaso ellos son personas irracionales que sólo saben protestar?

Porque eso nos lleva indubitablemente a plantearnos el qué hace que estos señores reaccionen de esta manera. Aquello nos remite a la historia de un pueblo con antecedentes nefandos en sus relaciones con la minería, teniendo como ejemplo más cercano a la misma Yanacocha. Es decir, el reclamo y el miedo son legítimos. Más allá de si el mencionado proyecto sea o no perjudicial para la zona, hay ahí miedos justificados por una historia de derrotas que el Estado debería esforzarse por cambiar3. Por el contrario lo que se ha visto es un manejo de doble discurso por parte del ejecutivo (si bien también es cierto la clara intransigencia por parte de los cajamarquinos) en donde un ministro decía Conga va, mientras que el presidente decía lo contrario4.

Por otra parte, siguiendo el ritmo de la conversación sostenida con mi amigo, él insistía en un punto que me generó mucho interés, pues afirmaba que estos –los cajamarquinos- sólo estaban siendo manipulados por otras personas que tenían ahí intereses políticos. ¿Discutible? Por supuesto. Veamos por qué.

Para empezar debemos diferenciar entre los personajes políticos inmersos en la protesta, que además toda protesta de esta intensidad –diría que todas- jamás van a dejar de tener un discurso político. Pero eso no significa que busquen un puesto en el gobierno ni mucho menos, ni desestabilizarlo como mencionan unos. Por el contrario, es hacer uso de la democracia en donde toda voz debería ser escucha; los métodos utilizados son materia de un debate aparte y con los cuales no estoy necesariamente de acuerdo, sin satanizar y exagerar como muchos que dicen que aquella fue una protesta en demasía violencia, nada más falso. Hay dentro de los grupos protestantes personas con claros lineamientos políticos que pueden haber encontrado ahí un muy buen lugar para introducirse y hacer provecho de su reclamo, mas eso no convierte los reclamos de Cajamarca en un mercado donde se está negociando intereses ajenos a los de su comunidad, al respeto de sus tierras y lagunas.

Pensar lo primero es reducirlos a la categoría de títeres que pueden ser dominados fácilmente para beneficiar intereses de terceros. Es volver a pensar, como en tiempos de la colonia, que los indios son niños de los cuales hay que hacerse cargo porque ellos mismos por sí solos no pueden. Es decir, es volver una vez más a ese discurso racista que adolece el Perú.  Yo soy de los que piensan que estos cajamarquinos tienen todo el derecho de enfadarse, dudar y temer porque saben muy bien a lo que le temen, sin que nadie vaya “dirigirlos”. Resaltando con esto, que todo debe caber dentro de la ley y la mesura.

Un último punto que traté con mi amigo, al que noté algo decepcionado y bastante reaccionario. Debo decir, disculpando esta breve digresión, que él era religiosamente de algo que podríamos llamar izquierda. El problema fue ese, a mi parecer: su religiosidad. Su creencia pura y sin cuestionamientos lo hizo ver un camino incuestionable para cambiar la sociedad. No sé qué pasó después, pero algo lo hizo cambiar, algo que lo hizo ver lo evidente: que nada es absoluto.

Alguna decepción debe haberse llevado, yo intuyo que más que una idea fue con algún personaje. Lo que me hace recordar a una frase de Octavio Paz sobre los comunistas “el hecho de que las respuestas no fuesen las correctas no significa que las preguntas no lo fueran.” Es una frase que todos deberíamos de tener presentes. Porque una ideología mal leída, de lo que sea, nos lleva a la más profunda decepción y deserción. Y no nos sitúa en el eclecticismo del raciocinio, sino en la orilla extrema del otro lado. Producto de ellos son los reaccionarios más duros e impermeables, que sienten que ahora la luz sí ha caído sobre ellos. La idea no es mía, sino que la recojo en buena parte sobre una columna que escribió Hildebrandt sobre Rospigiosi, por motivo de la visita de este a la embajada de Estados Unidos para diseñar una estrategia y así impedir la victoria de Humala en las elecciones del 2006.

Habiendo terminado esta breve digresión paso a terminar estas reflexiones. El último punto que se trató y que ha ayudado al título de este texto es ¿tengo acaso derecho de opinar y reflexionar sobre lo que pasa allá, siendo un foráneo ajeno a las circunstancias que allá se viven?

Según mi refutador no la tenía. Porque desconocía totalmente lo que allá está pasando y para opinar sobre algo hay que vivirlo. Aquí mi amigo estaba cayendo en una oprobiosa y evidente contradicción. Ya que si yo no podía opinar sobre lo que estaba pasando en Cajamarca por no saber, por no estar. Entonces mi querido amigo tampoco podría hacerlo, pues él tampoco ha estado allá y sin embargo mantenía una cerrada opinión sobre la generalidad del reclamo, según la cual en realidad toda protesta siempre pide los mismo, o sea dinero, lo cual ya hemos visto que no es verdadero.

Siguiendo con esto habría que considerar también su insistencia en la universalidad de una verdad que sólo puede ser sostenida por alguien. En este caso por el que vive en una determinada región donde sucede un determinado fenómeno. Una vez más hay que recordar que el obtuso intento de declarar que sólo existe una interpretación es erróneo y peligroso.

El que vive en lugar “X” donde ha sucedido un fenómeno “Z” tendrá una versión, una perspectiva de lo ocurrido, según su contacto directo con el hecho y la experiencia que le brinda su ubicación en el espacio donde sucedió. Pero no deja ni dejará de ser su versión. Una persona “W” también podrá analizar el fenómeno e interpretarlo y compararlo con experiencias que le hayan sucedido a él mismo en otras tierras. Además tiene la ventaja de construir su juicio sin pasiones, pues para él es un fenómeno aparte.

En el caso específico de Conga las pasiones en el interior de la discusión son muy fuertes; tanto el habitante de la ciudad, como el representante de la empresa minera. La visión desde Lima u otra ciudad “ajena” al conflicto, por lo menos directamente, aporta un juicio más calmado, aunque no por ello sujeto a sus propios prejuicios. Creer que existe la total objetividad en un análisis es un anacronismo en estos tiempos. Además si hay que pertenecer a un sitio o tienes que sufrir de algo para estudiarlo y comprenderlo, tendríamos que despedirnos de la sociología, antropología, psicología…etc. Aporta sí, pero no es lo único.

Y como último agregado, que se desprende del anterior ¿tengo que ser para comprometerme? ¿Debo ser pobre para solidarizarme con los que no tienen? ¿Debo ser mujer para rechazar el maltrato hacia ellas? ¿Debo ser homosexual para indignarme con la homofobia? Yo creo que no.

1Javier Arellano es un investigador del Centro de ética Aplicada de la Universidad de Deusto (Bilbao, España) Ha publicado el libro “¿Minería sin fronteras? Conflicto y desarrollo en regiones mineras del Perú”.

2Domingo. La revista de La República. Lima, 20 de noviembre del 2011.

3Para ser honestos con el texto debo expresar que en mi particular impresión el proyecto de Conga me parece insostenibles y perjudicial.

4En una publicación anterior mencioné sobre los principales problemas que el gobierno iba a tener con la regiones mineras en donde se comprometió al agua como privilegio. Sobre todo por la importancia de un gobierno con representatividad, que se legitime ante los demás. Cosa que hemos visto no ha sido cumplida.


Escrito por

Martin Carrasco Peña

Egresado de antropología sin ser antropólogo y amante de la literatura sin ser literato.


Publicado en

hepabionta

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